sábado, 3 de abril de 2010

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al menos hay intentos.



No quería caminar más, ya estaba cansado, pero tenía que caminar, dejar atrás la tierra en los dedos, caminar hasta el cemento, dejar atrás eso que lo perseguía. Se sentía mal, le habían dado con algo en un costado, parece que le habían roto varias costillas y caminaba jadeando. El calor se le metía por la boca, lo hacía sudar, lo agotaba y caminaba jadeando. Tenía que llegar al pueblo, tenía que llegar y no quedarse ahí pero casi no se veían luces.
Se dedicó a
respirar
pero
no pudo.
En ese momento se reconocía de carne por que lo había intentado, pero había fallado y ahora le dolía la piel. Casi que lo había enterrado ahí mismo, casi que se le había salido el alma por un costado, pero la agarró con fuerza, con un dedito pa' que no se fuera y la retuvo en esa sangre, en esa sangre que le corría como brava al lado de los huesos. Casi que lo había enterrado ahí mismo pero no se dejó, se aferró a sí mismo y peleó, se escapó y salió corriendo. Se puso a caminar, le habían dado en el escape, y ahora sólo podía caminar, intentar llegar pero la tierra se le metía en los zapatos; estaba
cansado
de no ver
nada más que a él mismo.
Muerto no podía hacer nada, pero quiso hacer algo. No lo soportaba, quiso hacer algo y lo hizo pero le fue mal y lo supo cuando se sintió como roto por dentro. Le agarraron los huesos y se los jalaron hacia un lado. No podía estar enfermo, no podía ni ser débil, aunque la luna lo fatigaba, aunque los grillos ya casi que se lo comían. Chillaban, le reventaban los oídos, lo hacían sentir culpable por nada. Lo iban a olvidar, sus niña, su mujer, lo iban a olvidar, lo iban a enterrar y lo iban a olvidar bajo tierra. Intentó
pero aveces las cosas no sirven
para durar, se acaban tan rápido,
como su vida, pobre vida mal gastada.
Culpa de los que lo habían parido. Lo habían traído justo a ese lugar y justo ahí se las había tenido que arreglar solo, al final no era su culpa. Esa tarde sólo quiso hacer algo bueno, se cansó de ver el cansancio en los ojos de los otros. Se cansó de ver esa hoja de palma moverse de esa manera siempre en vaivén siempre de esa manera. Se agarró los pantalones, se dijo así mismo, allá afuera pasa algo, se vio al espejo y su vida casi que no le pareció, no he hecho nada. No he nacido para casi nada. Pero ahora puedo al menos intentar
no verme como algún muerto
no llegar a viejo, no sentirme culpable.
Cuando salió escupió en el suelo. Derramó aguardiente para las almas y después pa dentro hasta que le quemara el estómago. Se subió otra vez los pantalones y se la escondió en la entrepierna. En las noches todos estaban medio tranquilos, más que tranquilos, dormidos, como embrujados por el fresco, por los intervalos de calor, por las mecedoras. Corrió para salir rápido de todo, corrió y se dijo a él mismo, esta vez si que es. Volteó por el mamonsillo
y estalló, se vino abajo
la balacera calló como pepa en tierra
se escondió.
El también disparó padelante disparó, porque tenía que dispara para algún lado. casi no se veía pero allá afuera se estaban matando, olía como a año viejo quemado, como a carne y leña. Se aventajó, pasó gateando por los pastales, allá vio a uno, estaban luchando, se disparaban y los chispazos salían y se perdían en ese aire caliente, él
quiso cambiar las cosas,
se puso de pie, apunto
y estallando el otro calló como embrujado y el alma se le fue por la tierra.
Se habían dado cuenta. Se acordó de su hija y se dijo, pues que se le va a hacer, que se le va a hacer le va a tocar a ella sola, le va a tocar a ella sola pero cada uno es cada uno. Se lanzó a los pastales, tenía como miedo y sudor, como miedo en todas partes. Había matado a alguien, pero había hecho algo bueno. Uno apareció atrás, le dio con un palo en el costado, le dio, y él
que casi no tembló,
levantó el brazo y con otra chispa
la vida de ese otro cayó en el suelo y se tomo el aguardiente del piso.
Se levantó, ya lo había hecho, con esto el pueblo se iba a despertar, seguro, ahora tenía que volver por que lo esperaban. Sí, lo esperaban y su vida no era un desperdicio. Corrió pero algo le agujereo una costilla, algo caliente, tan caliente y la sangre se le puso brava otra vez. Ahora camina, camina y espera llegar casi agonizando, llegar a la entrada, llegar por la piedra y escurrirse entre las calles, espera
que lo encuentren,
que lo curen y que le digan que hizo bien,
su vida importa.
En ese mismo instante pensó, le va a tocar sola, pero bueno cada uno es uno mismo. Pensó otra vez en que al menos se iba a ir con una gotica de aguardiente en la boca, cuando tocara suelo, iba a tener esa gotica para el alma, para irse contento.
No llegó, no lo encontraron.
No llegó.

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